29.7.07

Depresión post-party (Esta mañana me he levantado...)

Esta vez con fotos. ¡Y con casinos! ¡Y con furcias! Es más, paso de las fotos. Y del casino.

Llevo dos horas subiendo fotos (total, para la calidad que tienen...). Os dejo con el enlace a flickr, y ya otro rato acabo de contar algunas cosillas y dejo los avisos para navegantes.

Campus Party Día 6 (Esta mañana me he levantado...)

Fantástico último día. Ha comenzado con el resto de las presentaciones que no se hicieron ayer (de las tres categorías de concursos restantes). De nuevo, los trabajos han sido muy interesantes.

Después ha comenzado la entrega de premios del concurso "Tú también puedes" y "DesarrolladorES", ambos organizados por el inefable, incansable e inífugo Ramón "Nae" Nafria. Ha habido muchas nominaciones, con representaciones de algunos de los eslabones más importantes en el (escaso) tejido empresarial español. AgeR (mi compañero de equipo en el concurso de desarrollo rápido de juegos), por cierto, se ha llevado cinco "Runaway 2" en una de las categorías del "Tú también puedes". ¡Enhorabuena!

Más cosas, más cosas... Mark Shuttleworth ha dado su charla sobre Ubuntu, pero he llegado ya comenzado el turno de preguntas. Me ha dado la impresión de ser un tío la mar de majo. Me ha firmado una Ubuntu de 64 bits (al fin le encuentro utilidad :D), y nos hemos hecho una foto él, Pablo Navarro "Panreyes" y un servidor (espero que el que nos la hizo recuerde pasárnosla). Ha sido curioso que, dos preguntas de gente extranjera que he oído, ambas versaban sobre el mundo de los videojuegos y Linux. Creo que esas preguntas difícilmente hubieran salido de una boca española...

Lo que me lleva al siguiente evento: la mesa redonda de las empresas. Ha sido un repaso al pulso del tejido empresarial (o su ausencia) en conjunción con el mundo universitario: qué buscan, qué encuentran, cómo sobreviven, y cómo ven el futuro. A destacar el optimismo de todos ellos, tal y como ven la evolución del mercado español, pese a su también unificada conclusión de la falta de inversión en el sector.

Poco después, ha comenzado la entrega de premios. Quiero pensar que todos podíamos haber estado perfectamente ahí arriba, recogiendo la cartulina con sus complementos. Los ganadores lo han sido bien merecidamente, en todas las categorías.

Y nada, en el resto de la noche (hasta el momento), toca ir apagando motores, atando cabos que aún colgaban por ahí, y escribiendo "crónicas" como ésta :)

Supongo que mañana ya no habrá post. El día consistirá en recoger todo, ir a comer todo el clan de Stratos (que queden) a alguna parte, y volver a nuestras casas a volver a probar eso de "dormir a gusto".

Cuando esté todo de nuevo arreglado, intentaré autorrecordarme consejos para el año que viene (que espero poder asistir, con nuevos y fantásticos superpoderes).

Muy pronto (¿quizá mañana por la mañana?), fotos. Como se suele decir por estas latitudes, EOF.

28.7.07

Campus Party Día 5 (Esta mañana me he levantado...)

Me quedé sin autógrafo de Marcelo Tosatti por haberme olvidado el boli. Qué crack, y qué majo el OLPC. Después de eso (y de comprobar que siempre he tenido que volver dos veces a la tienda -o salir dos veces si había entrado-, cosas de Murphy), el resto del día ha sido para terminar como hemos podido el Di Tenerif's Esqueip.

Después, una cena en el chino (por fin un rato de relax después de la Death Line, con sus Murphyologías propias, como CDs que no quieren grabarse, bugs descubiertos a posteriori, etc.) para tomarnos ese pequeño ratito de relax que teníamos bien merecido.

Por la noche se hizo la presentación de los proyectos. Fue acojonantemente agradable comprobar el nivelazo que tenía la gente, y de lo que eran capaces de hacer en 72 horas.

Además, ya medio muerto, también presenté el proyecto de Buhu's Adventure, aunque de nuevo, los proyectos de los demás eran también fantásticos. Me alegro de no poder votarme a mí mismo en ninguna categoría :D

¡Comienza la recta final! Las últimas charlas y presentaciones, las entregas de premios, y el empezar a echar de menos todo esto incluso antes de habernos ido. Ains...

Pronto, fotitos ;)


27.7.07

Campus Party Día 4 (Esta mañana me he levantado...)

El agua caliente en las duchas es un mito urbano. El estrés empieza a apoderarse de mí (desde el momento en el que me toca rehacer casi todos los gráficos del concurso para readaptarlos al estilo que AgeR quiere darle al juego, a estas horas, ains). Me he hecho una fotito con R2D2 (más adelante fotos y un vídeo de youtube donde sale el bichito en cuestión), y como me he levantado a la 1, el resto del día lo he pasado haciendo las cosillas del concurso. Un día breve, pero intenso...

26.7.07

Campus Party Día 3 (Esta mañana me he levantado...)

Barbara se va a Japón y no se puede casar conmigo. Había paelia, está bien eso de comer a más de un metro del ordenador de vez en cuando. He pasado algo de frío. Y es muy buena idea traerse papel higiénico de casa. Me alegro de no haber dejado la tienda cerca de las duchas.

Las criaturas de leyenda han estado bien, incluso con los cortes por berridos, pero la de EJSanz me ha encantado. He sentido un impulso de migrar a Finlandia durante unos meses que pa qué...

El juego va adelantando. Pensaba que teníamos hasta mañana, pero tenemos hasta pasado mañana, así que estoy contento y relajado. Y en eso se nos ha ido el día, pero me lo estoy pasando teta con mis divagaciones sobre la historia del juego.

Tenemos el blog del juego en http://www.andorstudios.com/cp2007

Ale, a currar un ratejo más.

25.7.07

Campus Party día 2 (Esta mañana me he levantado...)

El agua de las duchas está fríiiiiiia. Hay dos módulos de duchas para chicos, dos para chicas y uno para minusválidos. La proporción es incorrecta, y en los módulos de los chicos siempre hay cola (para que luego digan que somos guarros...). El viaje a mercadona no me ha dejado ver a Albert Hubo (d'oh!). No pensar en nada es difícil. Eloy ha sido mejor que yo en eso, dos veces. ¡Tengo una camiseta de un marcianito del space invaders!

Tommy Tallarico es un crack. Tiene una historia de lo más peculiar, y me ha encantado su secuencia de referentes: John Williams, Beethoven, Jerry Goldsmith, Mozart...

La tecnología de las "surface tables" sirve, por lo menos, para hacer sombras chinas sobre ella. Los de Microsoft me han dado una de esas camisetas con velcro para poner letras en ella, y un boleto para el sorteo de un viaje a Brasil (¿por qué no?).

Un título: Di Tenerif's Escape. Un alien para el concurso de juegos. Ah, y un conejo wifi. Y un grito de "¡Espartanos!" a las mil de la mañana.

Dentro de poco, fotitos... Ahora, una charla que le encantaría a Zona Lunar. Vamos con Babsi Lippe :D

24.7.07

Campus Party, día 1 (Esta mañana me he levantado...)

Montaje, cansancio, colas, autobuses, espera. Un estupendo espectáculo de música de videojuegos, y algunas anécdotas de éstas que hacen que la gente adopte gritos de guerra como "Tenerif". Después sueño, mucho sueño...

Luego pongo fotos y amplío la información, que me voy para una charla :D

20.7.07

Las caricaturas de Mahoma (Esta mañana me he levantado...)

Uy, perdón, que nosotros no usamos de eso. Aquí el pollo es por las caricaturas de un príncipe.

Si en un estado como el nuestro se va a prohibir la sátira pública de personajes públicos, por relevantes que sean, sólo se me ocurre que somos igual de cabezabuques que aquellos a quien tanto criticábamos por su cerrazón religiosa.

Sólo se me ocurren tres alternativas -no mutuamente excluyentes-:
a) Cambiar de país a uno que tenga un sentido del humor más autocrítico (¿Inglaterra?).
b) Recoger firmas para retirar el secuestro y a Del Olmo por perder su tiempo (y el de los juzgados) en ese asunto habiendo otros muchos realmente serios.
c) No hay c.

Porca miseria. ¡Aúpa "El Jueves"!


Edito: Juas, ¡gracias por la noticia, servidora!

17.7.07

El hombre y el río (A veces pasan cosas)

No sé dónde lo leí (pero sé que no fue en el libro de Millás), algo acerca de que alguien podía pasarse la vida haciendo una determinada cosa y, en un momento dado, hacer otra distinta, volver a lo mismo de siempre y descubrir que ya nada es lo mismo de siempre.

Me explico, por si no se me ha entendido: puedo pasarme la vida mirando las gaviotas sobrevolando el mar. Un día, puedo encontrarme un par de gaviotas muertas al haberse enredado en el hilo de pescar de un cebo perdido. Por mucho que siga mirando las gaviotas sobrevolando el mar, ya no podré verlas de la misma manera.

Estos cambios de perspectiva ante la vida se dan en muchos aspectos simultáneamente y de forma constante. La gente cambia de modo de pensar, de modo de vestir, de modo de sentir, incluso de hablar o de vivir, en definitiva. No suelen ser cambios de la noche a la mañana, pero estamos en constante evolución.

La frase popular dice que un hombre nunca se baña dos veces en el mismo río. Primero, porque aunque fuera exactamente el mismo hombre, nunca podría hundirse exactamente bajo las mismas aguas (que ya habrían discurrido río abajo en su caótico devenir). Pero además, el hombre nunca será exactamente el mismo hombre. Incluso sólo por el hecho de haberse sumergido la primera vez en el río, la segunda ya no será lo mismo (¿recordáis la primera vez que subísteis a una atracción de feria? O cualquier primera vez de cualquier cosa en general).

El cómo cambian las perspectivas a lo largo del tiempo es un tema interesante, básico para conseguir empatizar con las personas. Entender por qué algunas personas, incluso siendo más distintas entre sí que en el pasado, parecen encajar mejor. O al contrario, personas convergentes que sufren un exceso de compatibilidad (gran canción de Doctor Divago, por otro lado).

En realidad no tengo mucho que decir, más que me conmueve cuando me siento conscientemente distinto de cómo era hace X tiempo. Si me hubieran dicho hace 8 años que hoy estaría como estoy hoy, creo que no entendería nada. Si me dijeran cómo estaré dentro de ocho años, probablemente siga sin entender nada.

Ya no soy como era antes de escribir esto. Ahora he puesto en orden una pequeña parte de mis pensamientos al respecto, y algunas cosas se vuelven más diáfanas. Y si lo leo, volveré a ser distinto. Puede que no muy distinto, pero nunca igual.

¿Suficiente comida de tarro por hoy? Pues buenas noches, y dulces sueños. Hasta el próximo cambio sutil...

16.7.07

Subproductos

Escritores que escriben sobre escritores. Qué manido, y qué absurdidad.

Cerré el libro de Millás y me reacomodé en el torturante asiento de aquel Talgo que me devolvía a casa. Yo soy escritor, y siempre he pensado que ése es el recurso fácil. «Escribe de lo que sepas», recomienda Stephen King. ¿Y de qué va a saber más un escritor que de la propia vida de un escritor? Muchas de las historias de King, sin ir más lejos, van de lo mismo. Manido y absurdo.

Con lo increíblemente sencillo que es crear historias. En sitios como aquel tren, por ejemplo, eran las historias quienes buscaban a uno. Los personajes aparecían como setas, se abalanzaban sobre ti o se insinuaban llamándote la atención más por lo que escondían que por lo que mostraban.

La de historias que podía haber en un radio de cuatro metros cuadrados alrededor de donde estaba sentado... Lo que ocurre es que, cuando quieres escribir, a veces parece como si arrancaran de un tirón todos tus recursos y los tiraran a la basura. Porque querer escribir es como querer ser feliz. Da igual lo mucho que lo quieras: serás feliz (o no) como efecto secundario de un cúmulo de cosas que, en principio, no tienen por qué estar ligadas. Con la escritura pasa algo parecido: si estás en el momento oportuno en el lugar adecuado, te ocurrirán (u ocurrirán ante ti) cosas que harán que desees tener a mano una libretita para poder apuntar a toda prisa las palabras claves de esos hechos, esas frases, esas personas, que no querrías que se te olvidaran. Tendrás la historia delante de ti, pidiéndote por favor que la plasmes de alguna forma.

En aquel tren de grandes líneas, por ejemplo, podías adivinar docenas de historias interesantes. Algunas incluso las llevabas dentro, en forma de recuerdos. Por ejemplo, una mujer se despedía de su pareja en la puerta, antes de salir. Te cruzabas con su mirada melancólica en el pasillo, y sólo podías desear animarla, decirle que todo saldría bien, pedirle que te contara su historia -eso suele animar a las personas-, entablaríamos una charla y yo le contaría mi propia historia, mis propias historias de relaciones a distancia, como la vez en la que, en una visita sorpresa, mi chica perdió un pendiente muy preciado en el césped antes de una de sus clases en la universidad -por mi culpa, hay que añadir-, y cómo conseguí encontrarlo (en lo que parecía una misión imposible) antes de que saliera de esa clase. Su cara de felicidad radiante no tenía precio. Aquella tarde era su héroe particular.

Por supuesto, en el mundo real te cortabas un poco y te conformabas con adivinar cómo estaría siendo su vida mientras se sentaba en silencio, con los ojos turbios. Pero pasaba el interventor, y de nuevo fluían las preguntas que podrían servir como gérmenes de historias: ¿cómo eran capaces esas personas de recordar a quién habían mirado ya el billete, y hasta dónde iba cada uno? Me veía preguntándole ("Disculpe, ¿cómo sabría usted si yo me bajo una o dos paradas después de donde se supone que debería?"), y él me respondía que desde muy pequeño tenía una tendencia natural a recordar muy bien caras y hechos, y que además se entrenaba con esos ejercicios cerebrales que traen ahora algunas videoconsolas. Después se reiría de mí, diciéndome que era una broma, que su papel era más disuasivo que otra cosa, y que se le solía notar a la gente si te había enseñado ya su billete o no, o si estaban haciendo trampa, por su grado de estrés.

Pero tampoco preguntabas. Puede que esa historia me gustara más que la realidad, fuera cual fuera.

Entre estas divagaciones, el tren llegó a la estación en la que tenía que hacer trasbordo a un tren de cercanías. Tuve la sensación de que los trenes de grandes líneas "molaban más" para sacar historias que los de cercanías. Grandes líneas, grandes historias. Aunque los de cercanías, pensé, quizá tuvieran historias más cercanas.

Al bajar del tren y comenzar a cruzarme con una marea de ojos en dirección contraria, sentí ganas de correr. Fue un impulso súbito, un pequeño ataque de ansiedad por el final de vacaciones que se avecinaba y que tanto había saboreado. Qué demonios, seamos sinceros: acababa de estar con ella unas horas antes y ya la echaba de menos. La noche anterior, sin ir más lejos, disfrutábamos en el puerto de unos fuegos artificiales. "¿Por qué tienen que hacerlos siempre a las doce de la noche? ¿Es que no pueden tirarlos antes?". La amé por esa pregunta tan mía, a la que respondí de una forma muy suya. Ahora ya no estaba. Ojalá hubiera un tren de vuelta para deshacer el camino en ese mismo momento. No salí corriendo, pero apreté un poco el paso. Y hubiera jurado que me crucé varias veces con su aroma...

En el otro tren redescubrí que las ideas para la ficción te pueden venir dadas sólo escuchando a la gente. Una cría en plena ebullición hormonal le contaba a dos compañeros-esbirros de instituto -si es que llegaban a pisar alguna vez ese edificio- que la había cagado: "La he cagado. Mi padre acaba de llamarme. Joder, que mi padre trabaja en el puerto. Dice que conoce a un guardia civil al que le puede pasar la matrícula para averiguar dónde vives, y que entonces irá a partirte la cara."

Poesía pura. Dejé al trío con su momento de pánico mientras me sentaba cerca de la puerta opuesta, sudado por el calor pegajoso y la pequeña carrera de antes. Cogí el libro de Millás y volví al ataque.

El tren arrancó de camino a mi pueblo, con sus ochenta mil y una paradas intermedias, y yo seguí avanzando en la trama y los personajes de aquella novela sobre escritores. Uno de los macarras de la chica iba armando jaleo con música bakala puesta a sonar a todo trapo con su móvil, y el calor de la calle se iba calmando con el aire acondicionado del tren, aliándose con la parsimonia del anochecer veraniego.

Tres o cuatro -o diez- paradas más adelante, sucedió algo que desvió mi atención del libro. Después de que algunas personas bajaran por donde yo estaba, un chavalín de unos ocho años, que había bajado en esa misma parada un par de puertas por detrás, fue pulsando el botón de "cerrar" de cada una de las puertas ante las que pasaba. Lo primero que pensé fue «Qué pequeño cabrón». Luego pensé «Un momento, en realidad ha hecho lo correcto; en el tren piden que se cierren las puertas para mantener la temperatura interna». Mientras me debatía en la ambigüedad de si aquel joven era un maleducado o la única persona cívica de todo el andén, el aviso de cierre de puertas sonó, y el tren se puso en marcha de nuevo.

Como decía antes, ésa era la clase de cosas que te podía dar material "gratis" para escribir. Tienes las historias, tienes los lugares, y tienes los personajes. Luego coges esos personajes, y los relacionas.

Las relaciones, así en abstracto, siempre me han resultado muy interesantes. Aplicándoles un punto de vista informático, las suelo ver como árboles de fibra óptica que conectan a las personas formando una intrincada red. Para relacionarnos, enviamos información por esos cables.

A veces, la gente piensa que al dejar de tratar con una persona, el vínculo que los relaciona se rompe. Nada más lejos de la realidad: que no estés transmitiendo por el cable no significa que no haya cable. Basta una carta del otro lado, una llamada, un SMS, y esa persona con la que supuestamente no tenías relación pasará por tu vida como un barco que se cruza con otro, dejando a veces una turbulenta estela capaz de hacerte zozobrar si no vas con cuidado.

Recordé una conversación parecida que tuve no hacía mucho con una vieja amiga con la que apenas tenía contacto (quizá de ahí el tema), mientras probaba por primera vez un sabroso mojito (y mi tolerancia al alcohol, con nefastos resultados en este último campo). Después de perder mi capacidad psicomotriz y mi diccionario mental de sinónimos, discutía con ella en pleno ataque de llanto (un llanto en absoluto acorde con mi estado psicológico real, más bien lo que Millás definiría en mi libro como «un resignado fenómeno atmosférico», algo así como la antítesis de un ataque de risa tonta), discutía con ella, decía, sobre los lazos que nos siguen uniendo -afortunada o desafortunadamente- a los seres con los que alguna vez hemos tenido relación.

Este recuerdo me iba a resultar extrañamente curioso poco después; a veces parece como si la realidad fuera sólo trazas pintadas sobre un tapiz cuyo motivo únicamente se puede apreciar desde lo lejos. En una de las últimas paradas antes de llegar a casa (y con mi columna vertebral pidiendo a gritos disociarse del resto de mi cuerpo), una abuelita intentó subir por la escalera frente a la que estaba sentado. La pobre levantó el primer pie, y apenas tenía fuerza para subir los otros dos, así que me tendió una mano que tomé al instante. Me dio las gracias y fue a sentarse no muy lejos, dentro de esos cuatro metros de acción de mi sónar interno.

El tren volvió a moverse, y yo volví a las últimas páginas del libro. Aquel libro no iba a pasar de la puerta del tren sin haberse terminado. Me quedé absorto de nuevo, temiendo subconscientemente evadirme tanto que no escuchara el anuncio de mi parada. No quería pasar ese bochorno, no otra vez... Entonces, la abuela preguntó por el nombre de mi parada a una mujer que se preparaba para bajar. Concretamente, quería saber por cuál de las dos puertas tendría que apearse. Supuse que necesitaría tomarse su tiempo para llegar hasta ella y prepararse mentalmente para su suplicio particular de la bajada de escalones.

Pero aquella mujer no supo responder a la anciana. Miré hacia ella y le dije que no se preocupara, que yo iba a esa parada, y le señalé que la bajada era por la puerta que tenía justo enfrente de mí. La misma por la que había subido unos minutos antes. Ella volvió a darme las gracias, y empezó a contarle al grupito de personas que tenía alrededor una anécdota acerca de la vez que llegó de noche y a solas al parque de esa estación, y un tipo con mala pinta se puso a seguirla durante unas calles, ante su pavor.

Esa gente asintió e hizo algún tipo de comentario sobre los tiempos que corren. En realidad, supongo que tenían el más mínimo interés en su historia, cosa que no amedrentaba en absoluto a la locuaz anciana.

Dentro de mi cabeza, podía ver claro como si fuera un guión propio que los acontecimientos discurrirían de la siguiente forma: la viejita me volvería a pedir que la ayudara a bajar. Luego, al haber un paso subterráneo con escaleras, obviamente tendría que hacer lo propio hasta llegar al otro lado. Y al llegar a ese otro lado, me contaría la anécdota de la vez en la que un tipejo intentó atracarla, y me vería en la obligación de escoltarla por el parque hasta algún lugar iluminado.

Dicho y hecho, las cosas se sucedían con la sincronía de un reloj atómico suizo. Bueno, o lo hubieran hecho si no la hubiera convencido de que esta vez había bastante gente en el parque -el resto de los que acababan de bajar- y nadie se atrevería a hacerle nada.

Así que, una vez a salvo de los malvados, la dejé allí y volví a casa quitándome el disfraz de superhéroe en la primera cabina. No creáis que es fácil, ya apenas hay cabinas. Fue curioso volver a cruzarme con la temática del "héroe" en tan poco rato. Lo achaqué a otro hilo del destino, y continué deambulando por las calles, jugando a formar palabras con las tres letras de las matrículas modernas de los coches con los que me cruzaba. CNT, canto. GND, gónada. DXS, deixis -fuera lo que fuera aquello, estaba seguro de que existía-. FFH... mierda, a esperar al siguiente.

Escribir historias... Fui montando mentalmente la historia que iba a escribir al llegar. De mis primeros relatos de ciencia ficción, había pasado a desarrollar el gusto por las historias cotidianas. Creo que por culpa -o gracias a- una compañera aficionada a ellas, a quien quería impresionar. Un amigo me dijo por aquél entonces que era un ingeniero de las palabras (quizá por productos propios como "abracitar"), pero aquella noche el adjetivo me quedaba grande.

Llegué al jazmín de la esquina de mi casa, e inspiré hondo su fragancia. Subí a casa, entré en mi cuarto y dejé caer el equipaje sobre la cama. Me tomé una tónica fría mientras se encendía el ordenador, y después me puse frente a él y empecé a ordenar mis ideas.

Cuando terminé de escribirlo, lo releí. Pensé por última vez que aquel montón de mierda no merecía ver la luz jamás. Luego, pulsé el botón de publicar.

9.7.07

Dentífrico Terrorífico (Esta mañana me he levantado...)

Leo por ahí que hay algunas marcas de dentífrico (o "dentrífico", que ponen algunos) que contienen una sustancia que puede resultar tóxica tras su ingesta masiva, y que hay que retirarlos del mercado.

Dos preguntas rápidas (y más fáciles que lo de calcular a qué velocidad tienes que ir para que el disco rojo de un semáforo se vuelva verde):
1. ¿Quién ingiere masivamente dentífrico?
2. ¿Por qué, por razones análogas, no se retira del mercado el tabaco?

Otros puertos (Esta mañana me he levantado...)

No es que me haya cansado de las ciudades visitadas. Al contrario, les he cogido mucho cariño a algunas. Ahora, la marea me lleva hacia nuevos rumbos. Dejo atrás la licenciatura en Ingeniería Informática, y la de Comunicación Audiovisual.

En el horizonte, el Máster en Nuevas Tendencias de la UJI; un poquito más allá, el doctorado (pero todo esto sin prisas, saboreándolo; bastante estrés he tenido ya). Y por el camino, un trabajo.

Pero no uno cualquiera, sino ése con el que sueñas de pequeño, cuando te pasas los días trasteando con el Basic 2 del Gem Desktop de tu Amstrad (para hacer cosas gráficas, eso sí..., no en vano acabé haciendo la pirula extra para sacar el Gem Paint). Desarrollador de videojuegos. Cómo mola, y qué difícil de explicar es cuando te preguntan (de momento en el banco y en un bar) que de qué trabajas.

Y a ver cómo cuentas que es una industria que mueve más dinero que el cine, pero que en España alcanza niveles tercermundistas por la falta de inversores (que prefieren el ladrillo) y de cultura en general (los medios de comunicación no dejan pasar una para demonizar a su principal fuente de fuga de público joven y no tan joven). O que los "talentos patrios" se suelen largar afuera (Noruega, Singapur, EE.UU. o Londres, por no irse tan lejos) a países donde las empresas los valoren (y puedan pagarles) como se merecen, con el apoyo de sus respectivos estados.

Pero bueno. Un pequeño pasito más, en esta búsqueda continua de la Felicidad, que aparece de forma secundaria cuando el resto del Universo, durante algunos instantes, encaja... como una pieza de tetris :D

P.D.: ¡Se me olvidaba! He abierto otro blog en el que iré plasmando las venturas y desventuras de esta nueva etapa :) La dirección, ahí al lado, a la derecha: Éste no es el juego que estáis buscando. Original, ¿eh?

4.7.07

Cruzando en rojo (A veces pasan cosas)

Hace algún tiempo que me lo planteé, pero estoy vago con los cálculos. A ver esos matemáticos:
Sabiendo la teoría básica del efecto doppler, ¿a qué velocidad tendría que acercarme a un semáforo para que, cuando su foco rojo esté encendido, yo lo vea verde y, por tanto, pueda pasar legalmente?

Nota: legalmente sin tener en cuenta la velocidad máxima permitida, claro. Supongamos que uso el DeLorean.