28.3.07

Like a Ninja (the invisible man) (Esta mañana me he levantado...)

Tiene un algo especial el bajar a la calle de noche, vestido totalmente de negro, y colocarse la funda de la trompeta a modo de carcaj, antes de comenzar a recorrer las siniestras calles vacías. Sentirse fundido con la oscuridad. Sentirse invisible, transparente...

De camino al ensayo, aprovecho para darle unas cuantas vueltas de tuerca a los desajustes que sigo teniendo conmigo mismo (sobre todo en época "reglosa" y de cansancio extremo: el que se potencien los sentimientos en este estado ayuda a averiguar dónde está la piedrecita que tanto molesta al caminar).

Hoy he tenido la poderosa sensación de resultarle transparente a algunas personas para según qué cosas. Como cuando eligen los equipos de fútbol en la escuela y nunca te miran a los ojos, pasando una y otra vez de largo de ti y escogiendo a otro, pero sí te recuerdan a la hora de comparar los resultados de los deberes de mates. Como si te cerraran el paso a una determinada atracción por no ser suficientemente alto, y luego llegara alguien más bajito que tú y no le pusieran ningún problema para subirse en ella. Como poner una reclamación en el ayuntamiento. Ser transparente para las personas en ciertos ámbitos de la vida debe de tener por fuerza algo bueno. Ya sólo resta averiguar cómo explotar esa ventaja al estilo ninja. Mientras tanto, hay que seguir volteándose, que es lo que hacen los ninjas.

21.3.07

Joder con la multa (Esta mañana me he levantado...)

El mundo sigue entrópico. Hoy me llega la notificación de que desestiman la reclamación de la multa que me pusieron hace unos meses en la calle Trullols nº 4.

Aparece, en el minimalista papelito, la posibilidad de anteponer un recurso en el plazo de un mes (con unas condiciones legales mareantes entre las que te pierdes y de las que no entiendo la mitad).

Obviamente, pienso reclamarla (porque tener que pagar 50€ por aparcar bien, no me parece un buen trato). ¿Algún lector intrépido tiene alguna idea de cómo gestionar esto para que dejen de pasar de mi cara de una guarra vez y se den cuenta de que esa calle es zona azul y esta multa no ha lugar? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?

¿Multas? Una quiero solución para las.

20.3.07

Luna asombrada (Esta mañana me he levantado...)

No se pierdan, si tienen la ocasión, la bonita luna de esta noche. Es como una uña, pero se distingue perfectamente la ligera penumbra del resto del disco. Un poco más arriba la acompaña, silencioso, el siempre brillante planeta Venus...

18.3.07

Viaje

Uno para el Infierno de Dante. Sólo ida. No fumador, por favor.

17.3.07

Queda inaugurado este Pantone (Esta mañana me he levantado...)

Les seré más o menos franco. No me gusta el matiz que toma mi vida a veces en relación a mi interacción con las personas que me rodean. Dicho de otra forma, el clásico "sólo te quiero como amigo", el que muchas chicas tomen mi hombro como lugar donde llorar. De normal no me importa, me gusta sentirme útil.

Pero claro, a veces esa chica es del tipo de chica que bien querrías para ti. En esos casos, cada vez que se quejan de que si tal tío pasa de ella, que si cual le ha dejado, que si se ha liado con otrual y no sabe qué hacer, notas como si a Rocky le hubiera dado por usar tu estómago de punch-in. Con cada golpe, no hay otra que devolver la mejor sonrisa que tengas (porque al fin y al cabo, ella está jodida, y lo último que necesita es un ladrido).

Puedo afirmar que he pasado por esto con todas las chicas que alguna vez me han gustado. Comentando esta tarde la situación con una experta en la materia (por eso esto es un "esta mañana me he levantado" y no un "a veces pasan cosas"), el consejo ha sido conciso y claro para dejar de convertirme en el "amigo del alma":

—A partir de hoy, deja bien claro que todo consuelo que des será físico. 9 de cada 10 mujeres te recomiendan.
—¿Y qué pasa con la otra?
—La otra recomienda chicles sin azúcar.

Lo dicho, toda una experta. Sé que, a partir de ahora, mi vida irá a mejor.

15.3.07

Creatividad y carencia (A veces pasan cosas)

Si cierro los ojos y me concentro, puedo visualizar cómo ocurrió. Fue hace unos diez mil años, puede que algo más. Nuestra especie era bastante parecida a como la conocemos ahora.

Cerca de algún riachuelo que cruzaba un frondoso bosque, un jabalí era derribado por algunos certeros impactos de lanza. Un pequeño grupo de humanos aparecería de la nada y se llevaría el cuerpo hacia la cueva cercana en la que se refugiaban del frío.

Una vez allí, el jefe cazador cogería al animal y comenzaría a descuartizarlo con sus rudimentarios cuchillos de piedra, dando al resto los pedazos desmembrados que recortaba. En uno de los cortes más profundos, un chorro de sangre lo salpicaría todo, haciendo que el grupo retrocediera un poco. El más pequeño de la tribu, que jugaba a remover excrementos con un palito, fue el único en darse cuenta de que la parte de salpicadura que bañaba un trozo de pared formaba una figura parecida a una mano.

Sin que nadie se fijara, se aproximaría y colocaría su mano encima de la mancha de la pared. La mancha de la pared era mucho más grande que su mano, y al retirarla, se la habría manchado toda de sangre. El pequeño trataría de limpiarla restregándola contra otros trozos de pared, y observaría divertido las réplicas de su pequeña mano por todas partes, con algunas partes deformadas por el frotamiento. Ahora la mancha grande, que había chorreado un poco, tenía una forma parecida a la de una palmera.

Alguien llamó al chico para darle su parte del banquete, y éste les enseñaría a los demás lo que había hecho. Nadie más vio un árbol. Su madre incluso pensó que su hijo era un poco raro, y no le dio mayor importancia. Pero ese niño aprovechó cada oportunidad para seguir haciendo otras figuras.

El chico se hizo mayor, y llegó a ser el jefe de su grupo. Después de cada sacrificio, comenzó a dibujar con la sangre de su presa una forma que recordara a ella, junto a su propia mano. Ahora, además, utilizaba otros elementos como el tuétano de los huesos, algunas hojas aplastadas o el carbón de las ascuas para dotar la figura de pequeñas sutilezas.

Los niños de su grupo miraban extasiados el ritual. No dudarían en seguir esa costumbre cuando aquel hombre extraño hubo muerto.

Abro los ojos. Nuestro cerebro alberga cerca de cien mil millones de neuronas. En ellas se guarda información referente a las percepciones que tenemos de la realidad, y se tienden puentes sinápticos entre ellas cuando dichas percepciones están relacionadas. La palabra árbol está relacionada con la imagen mental que tenemos de un árbol; al leer esa palabra, tu propio cerebro activará algunas rutas que llevarán directo a la dirección de un dibujo de un árbol, de cada uno de los árboles que has visto (en la realidad o en cualquier otro medio). Se activarán otras zonas que piensen en las hojas, en el tronco, en el color verde y sus matices, el marrón, bichos correteando por ahí, el aroma de la tierra húmeda, la sensación de caminar sobre el césped, formas de montañas, un cielo azul o el sol.

Todas estas relaciones son lógicas, y se ramifican exponencialmente en un árbol fractal de neuronas. Desde esta perspectiva, la creatividad se basa en encontrar un camino inexistente hasta el momento entre dos o más "nodos" de pensamiento dados. Si nos enfrentamos a un problema (por ejemplo, queremos alcanzar algo de un estante al que no llegamos), nuestro cerebro empezará a bucear por todas las redes existentes relacionadas con la situación y, si no encuentra una que satisfaga el problema, explorará nuevos caminos con los elementos de los que dispone. Siguiendo el ejemplo, si nos encontramos en esa situación y vemos una silla a nuestro alcance, nuestro cerebro lo tomará como posible solución, pese a que seguramente una silla no tenía en absoluto nada que ver con el objeto del problema.

Todos nosotros pasamos cada día por una fase "creativa" que se encarga de recortar los más diversos fragmentos de nuestras vivencias para amalgamarlos en un único producto audiovisual: los sueños. Muchos de nosotros habremos vivido alguna que otra vez la sensación de resolver mediante un sueño un problema que se nos resistía conscientemente. En una fase inconsciente, se ha abierto un camino, una conexión surrealista en la que no hubiéramos pensado de forma racional.

¿Y si "lo surrealista" es para algunos su forma normal de ser? No es extraño encontrarnos con que alguna gente muy creativa se comporta además de forma excéntrica. El conocido aforismo de los genios locos, vaya. Gente que ha desarrollado (o tenía ya de fábrica) caminos insospechados entre los nodos. A veces, gente capaz de encontrar el camino más recto entre esos dos puntos. Otras, gente capaz de descubrir un sendero oculto totalmente enrevesado e inhóspito para la mayoría.

Por supuesto, existen otros elementos que terminarán de decidir si una persona es creativa o sólo le falta un tornillo. Incluso así, la línea que los separa puede ser muy difusa, cuando no inexistente. No nos detendremos a enumerar los insignes ejemplos de genialidad unida a un comportamiento estrambótico.

Con todos estos elementos, podemos forjar la pequeña hipótesis de que si una persona se vuelve un poco más creativa al verse abocada a restricciones, una que ya lo era es capaz de exprimir al máximo lo mejor de esa facultad.

Volviendo al imaginario común, se suele decir que "el hambre agudiza el ingenio". Una buena muestra literaria de esto es el Lazarillo de Tormes. En una versión un poco más actual, tenemos las aventuras de McGuyver. En el mundo audiovisual de mediados del siglo pasado, los productores (oficio siempre asociado a la restricción) se las ingeniaban para exprimir al máximo sus recursos. No son pocas las películas rodadas reutilizando escenarios, atrezzo, vestuario e incluso actores, capaces de rivalizar con las películas de mayor presupuesto para las que fueron creados o contratados originalmente.

Como es natural, en cuanto se daba con una fórmula más eficaz para hacer las cosas (en cualquiera de los campos implicados), toda la industria adquiría esos procedimientos. De esta forma, las mentes más abiertas terminaban siendo el motor dinámico que impulsaba desde dentro el cambio de tendencias.

Si pensamos en cerrar el círculo de las ideas, sólo nos queda una parada en la que detenernos: ¿qué idea se puede tener para tener mejores ideas (o, al menos, ideas diferentes)? De nuevo entra en juego el mecanismo de la restricción para explotar al máximo cualquier faceta. En el mundo audiovisual la restricción viene en ocasiones impuesta (como es el caso de la época de censura franquista) y en otras, es autoimpuesta (como el decálogo de normas estéticas del movimiento Dogma95).

En la película-documental Cinco Condiciones (Five Obstructions, Lars Von Trier, 2003), el cineasta Jørgen Leth se somete voluntariamente al reto de volver a rodar su cortometraje El Hombre Perfecto (Det Perfekte menneske, Jørgen Leth, 1967) bajo las condiciones que el propio Von Trier decida. El sadismo sociópata que Von Trier despliega para con Leth sólo resulta comparable a la agilidad de Leth para sortear las complicaciones utilizando sus recursos, para terminar llevando a cabo una serie de productos de una calidad envidiable.

Lo que aparentemente es una tortura para Leth (y de hecho, lo es), también lleva asociado para él ese ansia de curiosidad infantil por saber cómo se puede resolver el problema. La satisfacción por el producto realizado queda incluso eclipsada por la satisfacción de haber conseguido encontrar la manera de realizarlo.

En conclusión, en alguna parte de nuestro cerebro, la neotenia (la permanencia de rasgos infantiles en individuos maduros) se plasma en el uso de la plasticidad neuronal de nuestros primeros estadios para cubrir la curiosidad también propia de esas edades. Algunas restricciones nos fuerzan a seguir adelante por otras vías. Ser seres sin alas, a fin de cuentas, no supuso una barrera infranqueable para que aprendiéramos a volar de cien formas distintas.

Actualización: Bueno... hablando de volar y de restricciones, quizá a veces es mejor dejar estar las cosas :S



9.3.07

Planetas (A veces pasan cosas)

Existió una vez un planeta llamado Rótula por sus habitantes. Los rotulianos tenían la particularidad de tener unos cuerpos consistentes en su totalidad por una pierna como las nuestras. La izquierda, para ser exactos. No tenemos muchas referencias de ellos porque su 31 de metatarso de 4151, la totalidad de su población se golpeó (por un mórbido sentido del humor del destino) la "cabeza-espinilla" contra el canto de una mesita a la vez, muriendo desnucados al instante.

Pero no es de ese planeta del que venía a hablaros, sino del planeta conocido como Empathos. Emphatos era un mundo perfecto, muy similar por lo demás al nuestro en cuanto a fisionomía de sus pobladores y costumbres socioculturales. Su particularidad radicaba en el potencial de algunos de sus habitantes para intercambiar sus papeles con otras personas de su alrededor, o hacer que terceras personas los intercambiaran.

Así, la gente aparcaba bien porque, en cualquier momento, alguien podía "cambiarle su papel" por el de alguien en silla de ruedas, y era harto frustrante ver bloqueada la rampa de descenso de una acera por el coche propio. Las calles estaban pulcramente libres de porquería, porque cuando eran barrenderos les tocaba mucho las narices tener que recoger basura de todas partes. Los constructores hacían su trabajo a conciencia, no fuera cosa que de la noche a la mañana vivieran en algún lugar donde se les viniera el techo encima a la menor racha de aire, se cayeran de un andamio, o sufrieran goteras. Los mandatarios velaban por el bienestar real de sus ciudadanos, porque a menudo eran uno de ellos. Como el día menos pensado uno podía convertirse en mujer, inmigrante o gay, todo el mundo tenía asegurados los mismos derechos y el mismo trato.

En realidad, su forma de funcionar era simple. Sólo llevaban a la práctica -casi de forma forzada al principio, pero luego vieron que era bueno- su versión de nuestro dicho terrestre: "no hagas lo que no quieras que te hagan". Sin hambre, sin guerra, con un cuidado ecológico fantástico (ya que hubo un mutante que aprendió a cambiar cuerpos con animales o plantas), se convirtió en un sitio donde se estaba razonablemente bien. Todos eran, en cierto modo, pensamientos distintos de un mismo ser.

4.3.07

Mediobreves

Polvo sobre cenizas

El tiempo se detuvo en el momento del impacto contra las barricadas. Los padres de familia que se encontraban en el perímetro, defendiendo lo que entendían como suyo; los jóvenes, movidos por orgullo y miedo; todo el que rondaba a menos de trescientos metros vivió de formas distintas el momento: algunos creyeron ver al mismísimo Allah bajando para castigar a los incrédulos, otros pensaron en el Juicio Final, muchos tuvieron el último pensamiento para su esposa y sus hijos, otros sólo vieron una tremenda manta de fuego que descendía sobre sus cabezas... la mayoría no tuvo tiempo de ver ni pensar nada.
En apenas tres minutos cayeron cinco mil civiles por las cinco mil víctimas que clamaban sangre al otro lado del mundo. Esos cinco mil que tenían tanta culpa como los que murieron allá, pero que a ojos de quienes les expendían la muerte ahora, eran tan terroristas como los pilotos. Los que mandaban a los verdugos los consideraban como la cobaya ideal para probar sus últimos juguetes. El que mandaba a los que mandaban a los verdugos... que Allah se apiade de su... es igual.
Después todo fue polvo sobre cenizas.

Noche de cine

Lo que ella no sabía era que si la miraba tanto, era porque en mi interior sentía que en algún momento ya no podría verla más.
Así, disfrutaba del resplandor en sus ojos, acompañado del piano de la película; de la cortina de su pelo, dejándome entrever sólo partes de su cara; del perfil de sus labios, con forma de corazón...
Sus labios. Sus labios. Sus labios. A veces sólo existían sus labios, y me gustaba cuando su borde apuntaba hacia arriba, y me entristecía verlos decaídos. Pero no podía tocarlos, infinitamente lejos de mí, a diez centímetros de distancia.
Mis brazos me abrazaban con fuerza. Mi mente quería pensar que esa presión era suya. Ojalá. Ojalá me sepa perdonar por amarla así.

Celos

El amasijo de carne y vísceras en que se había convertido el hámster, le hizo vomitar. El nauseabundo tufo a pelo quemado –que ahora se convertía en una especie de película de plástico negro que tapaba el cadáver a modo de bolsa mortuoria- todavía inundaba el interior del microondas, y volvió a vomitar.
Los macarrones aún a medio digerir, formaron un precioso mosaico en el enlosado blanco. Ya nada quedaba de lo que había comido ese mediodía.
Ahora, una lágrima resbalaba por sus gráciles mejillas, y el pelo empapado de sudor se le pegaba en la frente. Sus ojos húmedos estaban clavados en el infinito, más allá del suelo, puestos en los recuerdos recientes de su mascota.
Sabía exactamente qué había ocurrido con ella; sabía quién, cuándo, cómo y por qué, y también sabía que el olor de la sangre clamaba venganza.
Así que, sin más, cogió un cuchillo de cocina con sus pequeños dedos, y se dirigió a su cuarto, con los ojos inyectados, todavía rojos por las lágrimas.
Bajo las sábanas, se podía adivinar un pequeño abultamiento en la cama. Las ventanas estaban cerradas, porque era la hora de la siesta.
Tal vez si no se hubiera levantado a por un vaso de agua, cuando descubriera el crimen ya sería demasiado tarde; pero ahora estaba en condiciones de un ojo por ojo. Asió el cuchillo con fuerza, y se agachó tomando impulso para asestarle un golpe certero.
Cuando su madre llegó, una hora más tarde, chilló al entrar en el cuarto. A los pies de su cama, su hijo sentado lloraba la muerte del hámster, una masa carbonizada, frente a él. En la cama de al lado, hecho trizas, el celoso robot-juguete que le habían regalado por Navidades movía algunos motores con su último halo de... ¿vida?

Hmmm...

Al despertar, ella todavía estaba allí. Con sus senos aún turgentes, sus pezones apuntando al techo, y un pequeño reguero húmedo bajándole por su tostado pubis, con sus ojos entornados por el placer y vencidos por el sueño del cansancio. Semidestapada mostraba sus atléticas piernas, aquéllas que habían sido lamidas y relamidas apenas unas horas antes con la pasión y lujuria del mismo Dionisos hecho lengua. Aún podía oír, si se concentraba un poco, los jadeos de éxtasis al alcanzar el orgasmo, sentir el humor caliente que juntaba sus sexos en armonía, las entrecortadas vibraciones de ella y sus propios espasmos, oh, había sido tan perfecto... Como si hubiera oído sus pensamientos, ella entreabrió sus ojos, y su rostro sereno quedó iluminado por una pícara sonrisa. Sus dedos corretearon juguetones por debajo de las sábanas, mientras por la superficie se notaba cómo su mano se desplazaba hacia su pene, el cual comenzaba a hincharse por la premonición de la siguiente media hora bacanal que iba a pasar... Antes él era un perdedor. Apostó fuerte, y la suerte le sonrió. Ahora yacía con la mujer a quien más amaba en el mundo, y ella le correspondía. No se podía pedir más. Oh, sin saber cómo había llegado ahí, su lengua se revolvía ahora en su boca... hmmm...

Paranoia (o Hmmm... II)

Aún le escocían los arañazos que rasgaban su espalda en grupos de cuatro, con el lado derecho de su cara notando el ardor del pecho de ella, y los fuertes latidos de su corazón acelerado tras una apasionada tarde de sexo.
Al moverse levemente, la sangre coagulada de las heridas al estirarse le hizo apretar los dientes con fuerza mientras tomaba aire para no chillar por el dolor.
Su acompañante dormía plácidamente con sus brazos tendidos sobre los costados de él, como agarrando ligeramente algo que sabía de su propiedad. Resquicios de piel seca ensuciaban la punta de sus largas uñas, y sus piernas se enredaban como medusas sobre las de su amante.
Al ladearse éste, una pequeña mata de vello púbico pelirrojo brilló con el anaranjado tono del sol del ocaso que la ventana entreabierta permitía pasar.
Pensativo, cayó tumbado suavemente de espaldas (no sin arquear previamente la espalda por el escozor), y murmuró para sí una maldición por no haberle pedido que se cortara las uñas.
De todas formas, no lo hubiera hecho. Ella nunca accedía a ninguna de sus peticiones. Es más, esa insolencia le costaría como castigo la amputación de algún otro de sus dedos, o alguna tanda de latigazos con un posterior "masaje" con sal de la zona.
Se estremecía interiormente sólo con pensarlo, pero aquéllo no era, ni de lejos, lo peor que podría pasarle. Había visto las fotos que ella gustaba hacer a sus anteriores esclavos una vez los consideraba "no aptos" para su diversión personal. Había visto desmembramientos, estómagos abiertos y toda clase de escabrosas torturas que evitaba recordar, pues sabía que él estaba destinado a padecer todo eso también si dejaba de dar la talla. Y esos pensamientos no eran precisamente algo que le ayudara a mantener su potencia sexual. Gracias a... Dios, tenía un físico excepcional, un cuerpo atlético y bronceado. Esa fue su perdición, pues la conoció en un gimnasio. Sus sensuales labios y su mirada de fiera salvaje lo cautivaron desde el primer instante. No tardó mucho en convencerlo para mantener relaciones sexuales, y en cuanto la vió desnuda no pudo creer que existiera tal perfección. Después la odiaría eternamente... pero la amaba. Amaba al ser despiadado que lo usaba, al ser que lo torturaría para dejarlo morir lentamente en cualquier vertedero de la ciudad, o todavía peor, lo dejaría vivir para padecer hasta su muerte (probablemente por suicidio) las crueles vejaciones a las que le sometiera antes. Pero él la amaba.
"Es lo que tiene enamorarse del mismísimo diablo", pensó. Ella entreabrió sus ojos, lo miró de reojo y se relamió los labios...

3.3.07

Breves

Caducidad

Durante la celebración de su segundo aniversario, él le comentó que había leído en las revistas que el amor sólo duraba dos años. Ella le replicó que no estaba de acuerdo. Tras una agria discusión, decidieron romper.

Discutir (o Caducidad II)

Ella se quejaba de que siempre le daba la razón, de su pasividad ante las discusiones. Él no estaba de acuerdo y, tras un agrio intercambio de opiniones, decidieron romper.

Aliteración

La primera orden que se nos dio fue "aquí cada cual que cuide su culo". Como escritor que era me resultaron graciosas las cacofonías, que formaban una interesante aliteración del fonema 'k'.

Mediocridad

Nada le dolió más que ese suave beso.

¡Sorpresa!

Todos respondieron con una negativa a la invitación que ella les hizo, para darle luego una sorpresa al acudir a su fiesta. Ella, conmocionada por no poder contar con quienes creía sus amigos, se tiró por el balcón.

Anamantes

Formaron un pequeño grupo de personas que amaban a chicas llamadas Ana.
Entre ellos escribían poesías, canciones, relatos y toda clase de invenciones para ellas, para sus Anas. Como ellos mismos solían decir, estaban Anamorados de sus chicas. Y eran tan tan felices...
"Ana, te quiero", podía observarse pintado por todas las paredes de su "cuartel general". "Ana, te quiero" en forma de grafitis, o en pintura al óleo, o con letras góticas y otros estilos. "Ana, te quiero" era su grito de guerra, y ellas podían estar contentas. No todo el mundo tiene un grupo de fans así. Y ellos eran tan felices...

Reivindicación del sector maligno

Nuestro héroe llegó a la altura del malvado villano. Éste sacó su arma y le apuntó a la cabeza. Mientras sus sesos se esparcían por el suelo, los pisoteó diciendo: "Lo siento, hoy ganan los malos".

Especial

Da lo mismo que le recuerdes cada día lo bonita que es, que estés atento a lo que pueda necesitar en cualquier instante; no importa que sepa que las horas sin ella se te hacen eternamente aburridas. En cuanto el chico que le gusta, ése que está de viaje con sus amigos y que raramente parece hacerle caso, le diga lo guapa que está y que la echa de menos, él será el especial.

Celos

Después de cortar conmigo y conocer a otro, le hice la pregunta de rigor:
—¿Qué es lo que tiene él que no tenga yo?
—Es mucho más celoso.
Ese día decidí que no entendía a las mujeres.

Gilipollas

—¿Te vas a quedar ahí como un gilipollas? —le dijo ella.
—Ahm —gangoseó.

Una oportunidad

Interrumpí sus comentarios amargos sobre lo cerrados e insensibles que fueron los chicos de su vida proponiéndole que lo intentara con alguien tan abierto y sensible como yo. Sin pararse a pensarlo, declinó la propuesta.

Ser una mosquita muerta

Iba a pisarla en un acto reflejo, pero detuve mi pie a tiempo. Esa pobre mosquita, que habría llegado desde alguna fruta de la cocina, sólo paseaba por el suelo del cuarto de baño en busca de algún bichito para sobrevivir. ¿Acaso me haría gracia a mí? Me puse un momento en su piel: Yo no llegaba a medir un milímetro, mientras que el humano que estaba sentado en la taza poniendo un huevo rondaría el metro setenta. Morir aplastado por un individuo unas dos mil veces mayor sin que yo me diera cuenta de qué ocurría, caminando de espaldas a él mientras intentaba cenar algo, no me parecía una manera agradable de terminar mi vida. Además, yo ni siquiera le había hecho nada, más bien había llegado a un acuerdo tácito: "yo no te molesto a ti y tú no me molestas a mí". Así que ¿por qué tendría que pisarme ese individuo? De forma que seguí cenando y dejé al gigante con su faena.

Érase una vez

Érase una vez un tío que también buscaba a su princesa e iba besando sapos. Después de besar uno de ellos, ve cómo se convierte en princesa, pero ésta le dice que sólo lo será durante una hora. Al día siguiente lo mismo, y al otro igual, y al otro igual. Al final, el médico forense que levanta su cadaver apunta envenenamiento por sobredosis de toxinas de la piel del sapo. Fin.