24.11.04

Mi lata de Coca-Cola favorita (Esta mañana me he levantado...)

"Tu pupila es azul", decía Bécquer. Algo difícil, teniendo en cuenta que la pupila es el agujero y que lo azul sería, en todo caso, el iris. Pero se lo permito por ser él.

Los ojos son el camino más rápido y efectivo para llegar al cerebro de la persona a la que miras. A través de ese agujero de la pupila, conectando con unos centímetros de nervio óptico, alcanzamos sin ningún tipo de defensas a la supercomputadora que rige la vida del pellejo que lo envuelve.

A muchas personas les resulta molesto que les miren a los ojos. Las parejas lo hacen disfrutando de una mayor intimidad (lectura recomendada: Rayuela, del genial Cortázar). Los interrogadores buscan en ellos señales de mentira o confusión. El espejo del alma, ciertamente.

Hace unos meses pensaba en estas cosas mientras esperaba sentado en un escalón junto a un buen amigo -al que había ido a visitar a Barcelona- a que su novia terminara de trabajar.
La calle estaba repleta de gente que iba y venía, rutinas andantes, niños de inocencia envidiable, alguna furcia, algún jefazo de moral aún más distraída... la típica fauna social, vamos.

Mi "deformación profesional" me hizo observar que la secuencia de miradas que me dirigían los viandantes tenían un patrón más o menos definido, un algoritmo de comportamiento: cuando estaban a unos diez metros, hacían un rápido barrido de la zona y se percataban de mi presencia en el escalón; al estar mirándolos yo, enseguida desviaban la mirada (y al principio, instintivamente, yo también la desviaba), para volverme a mirar al llegar a unos dos metros de mí (y de nuevo el juego de desvíos al encontrarse con mis ojos curiosos) hasta que pasaban de largo.

Una y otra vez, la gente que me miraba (y a los que, por una razón u otra le resultaba interesante de lejos) miraba otras cosas y volvía a mirarme a una distancia desde la que podían apreciar más detalles, casi cuando estaban a punto de sobrepasar mi posición.

Jugueteando con este comportamiento (del que no he leído nada en ninguna publicación, con lo interesante que parece), el lector puede potenciar ahora la capacidad para ver sin ser visto (mirando cuando sabe que la otra persona no va a mirar), para dejarse ver (desviando la mirada cuando se acerquen) o para hacerse notar (siempre es divertido comprobar quién aparta antes la mirada).

Bueno, a este respecto tendría que añadir dos cosas. La primera es que parecerle interesante a alguien no implica que sea para bien. Puede que alguien te mire por esa pedazo de tocha que tienes entre los ojos, Napiaman.
La segunda es que éste es uno de esos trucos Jedi que sólo funciona cuando los demás no lo conoce.

Dicho de otro modo, si este estudio sociológico de bar de carretera se extendiese (afortunadamente no tengo apenas lectores y no espero que la cosa cambie), estaría aguando la fiesta a todos los que a partir de ahora lo intenten y, por extensión, a mí mismo... aunque de un tiempo a esta parte me siento lo suficientemente puro y/o caradura como para cotillear sin tapujos en los pensamientos de otros, dejando a la vez que otros se enteren de los míos.
Tal vez por eso tampoco me importe escribirlo aquí.

1 comentario:

Mars Attacks dijo...

Dedicado a esa personita a la que provoqué un ataque de risa delante de una pizza cuatro quesos y otra de carne cuando, mientras trataba de explicárselo rigurosamente, cogí con el semblante serio el par de botes de Coca-Cola que estábamos bebiendo, los "puse a caminar" y comencé: "imagina que ésta eres tú y éste soy yo".
Gracias por todas esas risas, Alicia :-D