26.11.04

Yo, Fuckowski. (A veces pasan cosas)

Podía sentir la mirada de malsana envidia de Daniel atravesándome la nuca. Quería explicaciones, y las quería ya. Primero: saber cómo Fuckowski, ese "bloguero" que se ha hecho tan insigne de la noche a la mañana, llegó hasta mi precario blog, totalmente desconocido y con una única entrada. Y segundo: por qué me leía a mí y no a él, cuyo blog tiene francamente más contenido (yo hasta diría que es serio y mucho más recomendable).
Todo esto no tendría mayor repercusión si no fuera porque, en el plazo de dos días, tres personas distintas me han confesado que cuando le leen a él les parece estar leyéndome a mí (cuatro personas distintas si me cuento a mí mismo): los dos escribimos correctamente, los dos nos movemos en el ámbito informático, los dos parecemos tener una vertiente cinéfila algo freak, los dos aparentamos tener una vida a caballo entre la asocialidad y la antisocialidad...
La chispa salta cuando alguien me pregunta: «¿Seguro que Fuckowski no eres tú?»
Mi respuesta automática es: «Si fuera yo, lo sabría». Pero... ¿de verdad lo sabría? Cualquiera que haya visto "El Club de la Lucha" podría pensar que soy víctima de un transtorno bipolar esquizoide, que yo soy Fuckowski, sólo que no sé que lo soy. Bueno, en nuestro caso, bipolar, lo que se dice bipolar, no sería, porque aparentemente tenemos muchos puntos en común. Además, no podría ser, él dice que trabaja y yo digo que todavía estudio el último año de carrera. Él dice que tiene una guitarra y yo digo que toco la trompeta y el piano.
Cualquier lector mínimamente avezado se habrá dado cuenta de que he introducido (deliberadamente) varias partículas como "aparentemente", "parecemos tener", "decimos que".
¿Hasta qué punto podemos tomar como cierto lo que otra persona dice que es, si no pasamos veinticuatro horas al día con ella? Esto es el mundo virtual; alguien que intentara desmontar la conspiración investigando, por ejemplo, dónde estaba yo a la hora a la que Fuckowski comentaba, podría no tener en cuenta algún script temporizado, programado a altas horas de la madrugada para que entrara en ejecución mientras yo estoy rodeado de gente en otro lugar.
Entonces... ¿es posible que yo fuera (o incluso que yo fuese) Fuckowski, a sabiendas o no? Me gustaría saber qué opina él (o quizás yo en otra fase de mi paranoia mental) para intentar aclararme y aclararlo a mis amigos.
Mientras tanto, espero que no me enlace en su blog. Daniel me retiraría la palabra.

P.D.: Estoy pensando... ¿y si yo fuera Borja Mari?

24.11.04

Mi lata de Coca-Cola favorita (Esta mañana me he levantado...)

"Tu pupila es azul", decía Bécquer. Algo difícil, teniendo en cuenta que la pupila es el agujero y que lo azul sería, en todo caso, el iris. Pero se lo permito por ser él.

Los ojos son el camino más rápido y efectivo para llegar al cerebro de la persona a la que miras. A través de ese agujero de la pupila, conectando con unos centímetros de nervio óptico, alcanzamos sin ningún tipo de defensas a la supercomputadora que rige la vida del pellejo que lo envuelve.

A muchas personas les resulta molesto que les miren a los ojos. Las parejas lo hacen disfrutando de una mayor intimidad (lectura recomendada: Rayuela, del genial Cortázar). Los interrogadores buscan en ellos señales de mentira o confusión. El espejo del alma, ciertamente.

Hace unos meses pensaba en estas cosas mientras esperaba sentado en un escalón junto a un buen amigo -al que había ido a visitar a Barcelona- a que su novia terminara de trabajar.
La calle estaba repleta de gente que iba y venía, rutinas andantes, niños de inocencia envidiable, alguna furcia, algún jefazo de moral aún más distraída... la típica fauna social, vamos.

Mi "deformación profesional" me hizo observar que la secuencia de miradas que me dirigían los viandantes tenían un patrón más o menos definido, un algoritmo de comportamiento: cuando estaban a unos diez metros, hacían un rápido barrido de la zona y se percataban de mi presencia en el escalón; al estar mirándolos yo, enseguida desviaban la mirada (y al principio, instintivamente, yo también la desviaba), para volverme a mirar al llegar a unos dos metros de mí (y de nuevo el juego de desvíos al encontrarse con mis ojos curiosos) hasta que pasaban de largo.

Una y otra vez, la gente que me miraba (y a los que, por una razón u otra le resultaba interesante de lejos) miraba otras cosas y volvía a mirarme a una distancia desde la que podían apreciar más detalles, casi cuando estaban a punto de sobrepasar mi posición.

Jugueteando con este comportamiento (del que no he leído nada en ninguna publicación, con lo interesante que parece), el lector puede potenciar ahora la capacidad para ver sin ser visto (mirando cuando sabe que la otra persona no va a mirar), para dejarse ver (desviando la mirada cuando se acerquen) o para hacerse notar (siempre es divertido comprobar quién aparta antes la mirada).

Bueno, a este respecto tendría que añadir dos cosas. La primera es que parecerle interesante a alguien no implica que sea para bien. Puede que alguien te mire por esa pedazo de tocha que tienes entre los ojos, Napiaman.
La segunda es que éste es uno de esos trucos Jedi que sólo funciona cuando los demás no lo conoce.

Dicho de otro modo, si este estudio sociológico de bar de carretera se extendiese (afortunadamente no tengo apenas lectores y no espero que la cosa cambie), estaría aguando la fiesta a todos los que a partir de ahora lo intenten y, por extensión, a mí mismo... aunque de un tiempo a esta parte me siento lo suficientemente puro y/o caradura como para cotillear sin tapujos en los pensamientos de otros, dejando a la vez que otros se enteren de los míos.
Tal vez por eso tampoco me importe escribirlo aquí.

13.11.04

A veces pasan cosas

La astrofísica plantea tres posibles caminos de nuestro Universo, a saber:
  • O bien tiene la suficiente masa como para volver a colapsarse (Big Crunch)
  • o puede tener la masa justa para frenar su expansión pero sin colapsarse
  • o, finalmente, puede que siga expandiéndose indefinidamente.
Si se da el primer caso, va a dar igual lo que hagamos o dejemos de hacer; cuando todo termine, será lo más parecido a haber escrito un libro que hemos echado al fuego antes de que nadie pueda leerlo.
Si se da el segundo o el tercer caso, entonces tenemos que introducir unas nociones básicas sobre cómo funciona el Universo y, en concreto, sobre el concepto de entropía.

El funcionamiento de una pila es bastante conocido por todo el mundo; tiene un polo de carga positiva y otro de carga negativa. Cuando se unen, la diferencia de potencial induce a una corriente de electrones que puede suministrar la energía necesaria para encender una bombilla, por ejemplo. Cuando este flujo de electrones haya equilibrado tanto el nivel de carga que la intensidad del flujo no sea la suficiente para encender esa bombilla, diremos que la pila se ha descargado.

Si tenemos un vaso con agua caliente y otro vaso con agua fría y los dejamos sobre una mesa a temperatura ambiente, observamos que el de agua caliente se enfría hasta alcanzar la temperatura ambiente, y el de agua fría se calienta hasta alcanzar la temperatura ambiente. Esta temperatura ambiente, a su vez, habrá variado infinitesimalmente (será un poco más fría o más caliente que antes) dependiendo de qué elemento haya requerido o aportado más energía.

Con este par de ejemplos simples podemos imaginar fácilmente algunos procesos a gran escala del Universo: las fusiones nucleares de hidrógeno como pilas que aportan energía a las estrellas, que a su vez irradian esa energía en forma de luz y calor (y otro tipo de ondas) hacia los planetas.
Pero también las estrellas y galaxias, cúmulos y supercúmulos como vasos de agua caliente reposando a una temperatura ambiente de unas pocas centésimas sobre el cero absoluto.

La entropía es la capacidad que tiene un sistema de generar caos. En este caso, consideraremos caos como homogeneidad. Imaginemos un cuarto en el que absolutamente todo lo que lo contiene pasa de estar formando ciertas estructuras (pilas de libros, cajones, ropa apilada en armarios, etc.) a estar repartido por la habitación de forma más o menos uniforme. O cómo un vaso de leche al que le añades cacao en polvo y remueves con la cucharilla se convierte en una mezcla uniforme de leche chocolateada.

Revertir la entropía es posible a escala local (podemos arremangarnos y ordenar la habitación y decantar de alguna forma la leche y devolver ambos escenarios a su punto de partida), pero para ello se necesita invertir más energía de la que se consume. Dicho de otro modo, parafraseando a Murphy, las cosas siempre van a peor. El jarrón chino dinastía Ming se astillará en chorrocientos mil pedazos al caer al suelo, pero no veremos esos chorrocientos mil pedazos reconstruirse para formar el jarrón.
Entonces -alguno se preguntará-, si siempre todo se encamina hacia el desorden, ¿cómo hemos podido evolucionar a partir de una bola de polvo de estrellas al que llamamos "Tierra"? Pues porque tenemos esa pedazo de bombilla llamada "Sol" que nos ha venido proporcionando toda la energía que necesitábamos para desarrollarnos. Recordemos que, a escala local, es posible revertir la entropía.

Pero como rezaba una de mis frases favoritas, del videojuego La Aventura Espacial, "La Entropía del Universo aumenta inexorablemente". Es decir, a escala global el Universo pierde cuerda, se enfría, se para, las estrellas dejan de brillar y explotan o se convierten en agujeros negros o en estrellas mucho más frías.
Aunque hoy brille nuestro Sol, dentro de unos cinco mil millones de años, a eso de la hora del té le dará por reventar (después de haberse desprendido de varias capas, haber crecido hasta tener el tamaño de la órbita de Mercurio y de haber subido la temperatura de nuestro planeta unos cuantos centenares de grados).

¿Qué podemos hacer? La especie humana (o lo que quiera que sea en lo que se haya convertido, si Bush no nos extermina antes) está condenada a salir por patas del planeta cuando éste se vuelva inhabitable, tal vez a otros planetas del mismo sistema solar o hacia otras estrellas más adecuadas.
Pero esto no solucionará nada. La historia se volverá a repetir una y otra vez, y mientras tanto las estrellas se irán desgastando y la temperatura del Universo subiendo ligeramente, hasta el punto de que llegará un momento en el que no habrá una diferencia de potencial suficiente como para que pueda existir ninguna reacción (química, calórica, eléctrica, atómica, ...), de forma que no sólo las estrellas no podrán volver a encenderse, sino que nosotros (bueno, ellos) dejarán de tener ningún tipo de energía.
Los cadáveres de las estrellas, los planetas, las nubes de polvo, las galaxias al completo, vagarán eternamente en un enorme caldero frío a temperatura ambiente. Los esporádicos restos de grumos de energía formarán las últimas estrellas, cada vez con intervalos más espaciados, hasta que incluso ellas se gasten y todo termine. En la práctica, será el Fin del Universo.

Así pues, podemos concluir que todo uso que hacemos de la energía se traduce en un aumento de la entropía (local y global) y nos acerca un paso más hacia ese Fin.
Pensad seriamente en esto cada vez que ejecutáis una tarea rutinaria sin sentido. ¿Podréis dormir con la conciencia tranquila a sabiendas de a qué estáis contribuyendo con semejante desperdicio de fuerzas?

Con el corazón en la mano y un fuerte sentimiento ecologista (más que ecologista aún, ¡cosmoecologista!) os lo pido: no hagáis las camas.